Resumen
Toda persona tiene derecho a que se le respete su dignidad, a no recibir tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes incluyendo a las personas imputadas, acusadas o condenadas por un delito que son privadas de la libertad en los Establecimientos penitenciarios y Carcelarios pero contrario a esto dichos establecimientos se caracterizan por el hacinamiento humano, graves deficiencias en materia de servicios públicos y asistenciales, el imperio de la violencia, la extorsión, la corrupción, la carencia de oportunidades y medios para la resocialización de los reclusos, esta situación se ajusta plenamente a la definición del estado de cosas inconstitucional y de allí se deduce una flagrante violación de un abanico de derechos fundamentales de los internos en los centros penitenciarios colombianos, tales como la vida e integridad personal, los derechos a la familia, a la salud, al trabajo, la educación y a la presunción de inocencia. El derecho a la familia es quebrantado por la superpoblación carcelaria y las deficiencias administrativas, el derecho a la salud se conculca dadas las carencias infraestructurales de las áreas sanitarias, la deficiencia de los servicios de agua y alcantarillado y la escasez de guardia para cumplir con las remisiones a los centros hospitalarios, los derechos al trabajo y a la educación son violados, como quiera que un altísimo porcentaje de los reclusos no obtiene oportunidades de acceso y que están condicionados. La realización de esta investigación constituye una gran oportunidad para exponer una realidad que se vive tras los muros de la prisión, donde se desenvuelve una pequeña sociedad generalmente ausente del pensamiento ciudadano corriente. Existe una tendencia general en nuestras sociedades contemporáneas de pretender ocultar y reducir a espacios aislados aquellos grupos sociales que no conservan la linealidad de un comportamiento no ajustado a las normas. Así, la tendencia a marginar, encerrar y excluir se concreta en la cárcel como espacio físico construido con la intencionalidad de recluir personas, de resguardar o proteger a la sociedad de la peligrosidad de los mismos. Pero en este acto de congregación de personas, la fragilidad del recuerdo colectivo los lleva en muy repetidas ocasiones a la peor condena que pueden afrontar: el olvido, que es una forma de morir. De hecho, el encierro connota directamente la muerte social del individuo. Por esto resulta especialmente significativo el interés de abordar el conocimiento de la situación de la población carcelaria en relación con el tema de la educación, el cual no ha sido abordado desde ninguna investigación y ni siquiera documentado con la profundidad que amerita su importancia. Todo esfuerzo realizado para sacar de la invisibilidad a los habitantes de la prisión, para generar propuestas de crecimiento, apertura y articulación a la sociedad son, desde todo punto de vista, no solo deseables sino necesarios. Ante todo cuando se trata de una apertura para superar las condiciones de inequidad de este grupo social.